Orlando González Meza tiene 33 años, 21 de ellos dedicados a la panadería artesanal, oficio que comenzó a conocer a la edad de 12 años. Desde aquella época lejana, la panadería se convirtió en el único medio para -literalmente- ganarse el pan diario, con el que subsisten él y sus dos hijas.
Mientras los importadores de trigo de los Estados Unidos se muestran optimistas tras la aprobación del Tratado de Libre Comercio con Colombia, cierto sector de los panificadores del país muestran señales de preocupación por la posible llegada al mercado de pan barato y de calidad proveniente de EU.
Para Orlando, que lleva cinco años al frente de su propio negocio de panadería, ubicado en la calle 52C con carrera 5 entre los barrios La Sierrita y Las Américas, el TLC, es un asunto de los gobiernos. Es su manera práctica de ver las cosas, guiado por los instintos y las especulaciones espontáneas sumándole la poca información que ha podido asimilar de los noticieros, piensa que a lo mejor termine beneficiándose, porque según ha entendido, los insumos bajarían de precio.
González pertenece a ese sector informal y artesanal al que el reconocido empresario Bernardo Mancini, insta a “ponerse las pilas¨, ya que el nivel de competencia que se viene luego de instaurado el Tratado de Libre Comercio será muy fuerte.
Según Ricardo González, gerente de la empresa Jelumar, distribuidora de insumos de panadería, para los productores nacionales que no se encuentren bien preparados y tecnificados el TLC se constituirá en una amenaza.
7 Am barrio la Sierrita. Orlando ya se encuentra en pie hace más de una hora, dejando a punto cada uno de los detalles para empezar su jornada. Después de un tinto cerrero, Orlando, se enfrenta con el polvo y la mugre a punta de escobazos, e intenta poner un poco de orden en su casa, donde funciona su micro empresa.
A un lado del bote de amasar, Orlando, se prepara para dar inicio a esa especie de ritual alquimista que lleva a cabo todos los días para obtener la piedra filosofal que ha significado su sustento la mayor parte de su vida.
Mientras iba vertiendo las 25 libras de harina de trigo en el bote de amasar, acomodaba y pesaba uno a uno los ingredientes: 4 libras de azúcar, tres libras de grasa, un poco de agua, 3 onzas de levadura, y media libra de sal. Poco a poco, sus manos de orfebre van moldeando la harina y con su experiencia de tantos años, en menos de diez minutos ya obtuvo la masa que se convertiría en unas cuantas horas en dorados panes listos para el consumo.
Mientras amasaba de memoria y sincronizado iba descifrando las formas de la masa. Orlando está tan seguro de su clientela y de la calidad de sus productos que no ve ninguna amenaza con el advenimiento del TLC. “Yo pienso que a mi no me va afectar. O sea, que traigan panes y eso del exterior no me afectaría. Ya yo tengo mi clientela, amas de casa. La gran mayoría que compran aquí son puras mujeres”.
Donde Orlando suelen hornearse panes cortados rellenos de bocadillo, deditos, pan trenzado, de corazón, roscones, pastelitos y las más pedidas que son las donas.
Todo el proceso se lleva a cabo de forma artesanal, un toque de bocadillo, un poco de mantequilla, de arequipe, de queso y de hojaldre y los panes se van directo al horno sobre sus latas, en sus diversas formas y tamaños.
Al cabo de diez minutos un olor seductor se expandió por la sala indicando que el proceso había llegado a su fin y sobre las latas emergió el dorado manjar más antiguo del mundo.
“Mis clientes son del sector. La verdad es que ese TLC, no me mete miedo”. Empaca sus panes en una canasta y como un ‘centella’ de la barriada, sale a entregar el sagrado pan de cada día entre esas calles pedregosas del barrio la Sierrita, y luego viró su rumbo hacía las Américas, Carrizal y El Bosque, que son las zonas donde le llegan los pedidos.
La motocicleta ladeada por el peso de las tres canastas de pan recién horneado, por momentos generaba la impresión de querer venirse abajo. Afortunadamente su vieja panadera aguantó hasta el final del periplo y pudimos asistir a la entrega del pedido. Los vecinos al observar las cámaras del periódico le gritaban “¡Eso tómenle la foto, manda cáscara! ”
Por Carlos Polo
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