lunes, 23 de enero de 2012

Grande, Lucho Bermúdez


Hernando Pacific Gnecco Hace 100 años, el 25 de enero de 1921, en Carmen de Bolívar, se presentaba ante el mundo ese recién nacido destinado por los dioses de las artes a ser uno de los más grandes, prolíficos, brillante y admirados músicos, ya no de Colombia sino del universo: Lucho Bermúdez.
Autor y compositor de muchas piezas en diversos géneros musicales, inspirado quizás por la musa Euterpe, alegró las fiestas más importantes de nuestro país hasta sus últimos días en este mundo intérprete musical.
De origen humilde, a los 4 años empezó una carrera musical prolongada con un flautín, guiado por su tío José María Montes. Cinco años después, su familia se radicaría en Santa Marta durante 18 años, donde amplía y asienta sus conocimientos especialmente en los vientos (trombón, el piccolo, la tuba, la trompeta, el saxofón y el clarinete), instrumento éste que tocó con especial destreza y que sería su compañero inseparable, su indiscutible carta de presentación. Participaría después en la Banda Militar del Regimiento Córdoba de Santa Marta, y en las bandas de otras poblaciones del Magdalena: Aracataca, y Chiriguaná, de la cual fue director, por vez primera. Barranquilla y Cartagena fueron decisivos destinos musicales de Lucho.
En La Orquesta A Número 1 despliega sus dotes de director para formar más tarde su propia agrupación, La Orquesta del Caribe, transformada años más tarde en La Orquesta de Lucho Bermúdez, que debutaría oficialmente en 1947, en el Hotel Granada de Bogotá. La capital aclamó a Lucho; todo el mundo quería bailes de sociedad animados por éste Maestro.
Investigó siempre a profundidad los ritmos afroamericanos caribeños y casi que cualquiera que escuchaba, adaptándolos con arreglos modernos a los gustos y tendencias del momento; incursionó en géneros tan distintos como las muy tropicales cumbias, gaitas, fandangos, mapalés, paseos y merengues; interioranos como torbellinos, pasillos y joropos, y hasta en aquellos muy representativos de otros países tan distintos de la geografía orbital como Cuba, Brasil, Argentina o España: bossa nova, tangos, mambos, chirivicos, chachachás, salsa, guarachas , joropos, jalaítos, y el jazz de las "Big Band" estadounidenses.
Todos estos ritmos alegraron, al mejor estilo de Lucho, las almas de quienes se encontraban en sus presentaciones.
Carmen de Bolívar, himno de su tierra natal, es el rompehielos de cualquier fiesta, uno de esos tan encumbrados éxitos entre los que se destacan emblemáticas composiciones como Prende la vela, Cadetes navales, Salsipuedes, San Fernando, Tolú, Colombia tierra querida, Diana María y muchísimos más; Burucuca y Taganga son un homenaje a su irremediable amor por nuestra tierra. Por cierto, una anécdota refleja el genio de Lucho Bermúdez: un sábado en la mañana, en carnavales de mediados de los años 60, departiendo en casa de mis padres con los amigos musicales de la época, oyó por la radio "La tabaquera"; pidió el disco que se consiguió en casa de Rodrigo González Riascos; por la noche, abrió el baile en el Club Santa Marta con esa pieza, ya con los arreglos con lo que se grabaría posteriormente; de manera admirable, en unas pocas horas de descanso hizo el arreglo orquestal completo.
En muchos países compartió escenarios con los más grandes músicos de su época: Pedro Vargas, Miguelito Valdés, Toña La Negra, Dámaso Pérez Prado, Celia Cruz y a Beny Moré y Ernesto Lecuona, entre muchos más. De hecho, a raíz de ese enriquecedor intercambio surge una eterna amistad entre su adorada Matilde Díaz, Celia Cruz y la Leonor González Mina, "la Negra Grande de Colombia".
La música de Lucho fue interpretada por otros grandes del plano internacional como Beni Moré, Hugo Romani, Leo Marini, Bienvenido Granda, La Sonora Matancera, Pacho Galán, Juanes, Tego Calderón, La Billo's Caracas Boys, Los Melódicos y Tito Rodríguez, y por nuestros compatriotas Jaime Llano González, Leonor González Mina, Carmiña Gallo y, claro, su rival musical y amigo Pacho Galán.
Otro de los legados de Lucho Bermúdez fue la participación para defender los derechos de autor, contribuyendo a la creación de Sayco, hoy cuestionada seriamente por las autoridades nacionales, pero que en su momento protegió en debida forma a nuestros artistas.
Fueron muchos los reconocimientos, condecoraciones, premios y distinciones que el Maestro recibió en vida. Ahora, ya fallecido, la mejor conmemoración es la celebración de su primer centenario, pero sobre todo, que su música sigue vigente, que su hija Patricia heredó sus dotes de clarinetista y que sigue al frente de su orquesta interpretando sus composiciones como lo hacía Lucho, que la Fundación Tierra Querida defiende y divulga su obra y que su Colombia querida hará una conmemoración acorde con su grandeza. Vive Lucho para siempre.

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