El 25 de enero se conmemoró el centenario del nacimiento de Lucho Bermúdez en el Carmen de Bolívar. Durante todo el día se realizaron eventos organizados por la alcaldía local con la participación de la gobernación de Bolívar, la Universidad de Cartagena y el ministerio de Cultura. Los carmeros escucharon la transmisión de las palabras del presidente de la República, y la ministra de Cultura hizo, al igual que el gobernador del departamento, importantes anuncios. El año 2012 será el año del músico, compositor, arreglista y director Lucho Bermúdez; los conciertos nacionales del 20 de julio le rendirán homenaje y se creará en su Carmen natal una escuela de música que llevará su nombre. Ese día también, los medios de comunicación para recordarlo se tomaron la casa donde nació y le mostraron al país las aún precarias condiciones materiales de vida en esa tierra de amores.
Merecido homenaje a esta enorme figura de la cultura que aporta con toda su fuerza y riqueza a la consolidación de un imaginario sonoro nacional. Él y sus contemporáneos al irrumpir desde el Caribe en el escenario musical rompieron los moldes de la llamada en ese entonces música colombiana, cargada de pasillos, guabinas y bambucos, estudiantinas y pasodobles.
Proveniente de una región aislada y empobrecida donde habitaban esas “gentes de tierra caliente”, amantes de la “estridencia y los ritmos salvajes” a la manera de los estereotipos construidos desde los Andes, la música de Lucho ayuda a construir otro proyecto de nación. Un país que incluye a los excluidos, que acepta y acoge una mayor diversidad cultural. Un país que se pone a tono con lo que ocurre en el mundo en su momento pero que al mismo tiempo le apuesta a la memoria, sin momificar la tradición. Su éxito, con las renovaciones implícitas en sus músicas, podría interpretarse como la alegre venganza de los “costeños” ante el desprecio andino a sus culturas.
A Lucho Bermúdez le toca vivir un país que se transformaba. La creciente urbanización de Colombia, el nacimiento de la industria discográfica, la aparición de la radio y las emisoras, el mercado de los “transistores” y radiolas de fácil acceso que permitió tanto la popularización de estos aparatos como la circulación de los nuevos sonidos. Resulta difícil imaginarse la grandeza de este compositor sin los cambios que traía la época.
Es un ejemplo de excelencia que llevó a la cumbre la música colombiana y le otorgó reconocimiento internacional. Las orquestas de salón armadas a partir de las bandas de vientos del fandango y el festejo, con el nuevo formato que se imponía en Norteamérica, se ganaron el aprecio del país que supo bailar su repertorio.
Además de reconocer con los homenajes la importancia de Lucho Bermúdez en la música, el país puede repasar las lecciones que dejaron su vida y su obra. Si el general José Padilla fue la gran figura caribeña del período de la independencia, Lucho Bermúdez lo fue en el siglo XX.
*Profesor universitario
albertoabellovives@gmail.com
Merecido homenaje a esta enorme figura de la cultura que aporta con toda su fuerza y riqueza a la consolidación de un imaginario sonoro nacional. Él y sus contemporáneos al irrumpir desde el Caribe en el escenario musical rompieron los moldes de la llamada en ese entonces música colombiana, cargada de pasillos, guabinas y bambucos, estudiantinas y pasodobles.
Proveniente de una región aislada y empobrecida donde habitaban esas “gentes de tierra caliente”, amantes de la “estridencia y los ritmos salvajes” a la manera de los estereotipos construidos desde los Andes, la música de Lucho ayuda a construir otro proyecto de nación. Un país que incluye a los excluidos, que acepta y acoge una mayor diversidad cultural. Un país que se pone a tono con lo que ocurre en el mundo en su momento pero que al mismo tiempo le apuesta a la memoria, sin momificar la tradición. Su éxito, con las renovaciones implícitas en sus músicas, podría interpretarse como la alegre venganza de los “costeños” ante el desprecio andino a sus culturas.
A Lucho Bermúdez le toca vivir un país que se transformaba. La creciente urbanización de Colombia, el nacimiento de la industria discográfica, la aparición de la radio y las emisoras, el mercado de los “transistores” y radiolas de fácil acceso que permitió tanto la popularización de estos aparatos como la circulación de los nuevos sonidos. Resulta difícil imaginarse la grandeza de este compositor sin los cambios que traía la época.
Es un ejemplo de excelencia que llevó a la cumbre la música colombiana y le otorgó reconocimiento internacional. Las orquestas de salón armadas a partir de las bandas de vientos del fandango y el festejo, con el nuevo formato que se imponía en Norteamérica, se ganaron el aprecio del país que supo bailar su repertorio.
Además de reconocer con los homenajes la importancia de Lucho Bermúdez en la música, el país puede repasar las lecciones que dejaron su vida y su obra. Si el general José Padilla fue la gran figura caribeña del período de la independencia, Lucho Bermúdez lo fue en el siglo XX.
*Profesor universitario
albertoabellovives@gmail.com
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