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Las ciudades son súper grandes, grandes, medianas y pequeñas, según su población, el territorio que ocupan e influencian y sus funciones territoriales. Pueden categorizárseles funcionalmente como principales y secundarias, según su lugar natural en el escalograma urbano de un país o región, en una cadena de intermediación funcional, que con excepción de sus límites político-institucionales, trasciende cualquier otro.
Si bien hay mucha interdependencia entre todas las ciudades, unas mandan más que otras según su posición geopolítica nacional e internacional. Generalmente, las ciudades principales son capitales de Estados nacionales y subnacionales y por tanto son centros del poder de un país, dándoles ventaja frente a otras que no la tienen y convirtiéndolas en centros migratorios, en desmedro de las ciudades no capitales que terminan como parásitas de las primeras, viviendo de sus propias rentas, mientras que las capitales pelechan rentas ajenas, que administran a conveniencia (el que parte y reparte, le toca la mejor parte).
Cualquier política de desarrollo territorial debe examinar cómo está distribuido éste en la red urbana del respectivo territorio, para evitar que se siga concentrando en aquellos nodos más robustos, en detrimento de los más débiles, como en la región Caribe colombiana, donde hay un crecimiento galopante de las ciudades capitales, que es inversamente proporcional al de las no capitales, las cuales, según la UNESCO y la CEPAL, son de más de 20.000 habitantes.
En la región Caribe hay 3 ciudades no capitales de más de 100.000 habitantes (Soledad, Malambo y Maicao); 11 de entre 50.000 y 100.000 habitantes (Ciénaga, Magangué, Aguachica, Sabanalarga, Turbaco, Montelíbano, Carmen de Bolívar, Arjona, Fundación, Lorica y Cereté), y 6 de entre 40.000 y 50.000 habitantes (Corozal, Sahagún, Baranoa, Plato, Planeta Rica, Tierralta). Algunas son centros de relevo principal y otras de relevos secundarios. Por fuera de estas 20 ciudades no capitales, hay 35 más pequeñas (de más de 20.000 habitantes) que conforman redes subregionales, zonales y provinciales con el resto de municipios de la región, capaces de generar procesos endógenos de desarrollo y reducir la brecha entre las ciudades capitales y las no capitales y el resto de los centros urbanos departamentales. Enfocar la lucha por el desarrollo regional hacia fortalecer estas 55 medianas y pequeñas ciudades no capitales significaría modificar el proceso oligárquico y oligopólico de la lucha por la autonomía regional, que sólo beneficia a las ciudades capitales, especialmente a Barranquilla, Cartagena y Santa Marta.
La percepción que tienen las medianas y pequeñas ciudades no capitales del Caribe colombiano del discurso de la "autonomía regional" es que sólo ha servido para que las capitales tengan dobles calzadas, sistemas integrados de transporte masivo (ciudades amables), grandes complejos de vivienda de interés social; mejores puertos marítimos, infraestructura turística, más zonas industriales, corredores náutico-turísticos, aeropuertos regionales, trenes de cercanías, etc., a costa del deterioro urbano y económico de las "ciudades esclavas", de los hinterland suburbanos y rurales, sus patios traseros de pobreza y miseria.
Hay una oligarquía regional que representa más los intereses de las ciudades capitales, donde habita, que el de los municipios pobres; que toma como sambenito de su lucha, a manera de escapulario, el infradesarrollo de la Depresión Momposina, La Mojana y la Alta Guajira, pero que al conciliar con el Alto Gobierno, tira para su propio catabre y termina sacándose las mayores inversiones para beneficio propio.
Si bien hay mucha interdependencia entre todas las ciudades, unas mandan más que otras según su posición geopolítica nacional e internacional. Generalmente, las ciudades principales son capitales de Estados nacionales y subnacionales y por tanto son centros del poder de un país, dándoles ventaja frente a otras que no la tienen y convirtiéndolas en centros migratorios, en desmedro de las ciudades no capitales que terminan como parásitas de las primeras, viviendo de sus propias rentas, mientras que las capitales pelechan rentas ajenas, que administran a conveniencia (el que parte y reparte, le toca la mejor parte).
Cualquier política de desarrollo territorial debe examinar cómo está distribuido éste en la red urbana del respectivo territorio, para evitar que se siga concentrando en aquellos nodos más robustos, en detrimento de los más débiles, como en la región Caribe colombiana, donde hay un crecimiento galopante de las ciudades capitales, que es inversamente proporcional al de las no capitales, las cuales, según la UNESCO y la CEPAL, son de más de 20.000 habitantes.
En la región Caribe hay 3 ciudades no capitales de más de 100.000 habitantes (Soledad, Malambo y Maicao); 11 de entre 50.000 y 100.000 habitantes (Ciénaga, Magangué, Aguachica, Sabanalarga, Turbaco, Montelíbano, Carmen de Bolívar, Arjona, Fundación, Lorica y Cereté), y 6 de entre 40.000 y 50.000 habitantes (Corozal, Sahagún, Baranoa, Plato, Planeta Rica, Tierralta). Algunas son centros de relevo principal y otras de relevos secundarios. Por fuera de estas 20 ciudades no capitales, hay 35 más pequeñas (de más de 20.000 habitantes) que conforman redes subregionales, zonales y provinciales con el resto de municipios de la región, capaces de generar procesos endógenos de desarrollo y reducir la brecha entre las ciudades capitales y las no capitales y el resto de los centros urbanos departamentales. Enfocar la lucha por el desarrollo regional hacia fortalecer estas 55 medianas y pequeñas ciudades no capitales significaría modificar el proceso oligárquico y oligopólico de la lucha por la autonomía regional, que sólo beneficia a las ciudades capitales, especialmente a Barranquilla, Cartagena y Santa Marta.
La percepción que tienen las medianas y pequeñas ciudades no capitales del Caribe colombiano del discurso de la "autonomía regional" es que sólo ha servido para que las capitales tengan dobles calzadas, sistemas integrados de transporte masivo (ciudades amables), grandes complejos de vivienda de interés social; mejores puertos marítimos, infraestructura turística, más zonas industriales, corredores náutico-turísticos, aeropuertos regionales, trenes de cercanías, etc., a costa del deterioro urbano y económico de las "ciudades esclavas", de los hinterland suburbanos y rurales, sus patios traseros de pobreza y miseria.
Hay una oligarquía regional que representa más los intereses de las ciudades capitales, donde habita, que el de los municipios pobres; que toma como sambenito de su lucha, a manera de escapulario, el infradesarrollo de la Depresión Momposina, La Mojana y la Alta Guajira, pero que al conciliar con el Alto Gobierno, tira para su propio catabre y termina sacándose las mayores inversiones para beneficio propio.
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