domingo, 13 de noviembre de 2011

San Juan Nepomuceno: donde se tocó por primera vez el acordeón en el país

El acordeón y San Juan Nepomuceno
El instrumento este, que paseándose por los salones de la aristocracia Europea, entonaba los cánticos de la Iglesia, propio para Monjes y Curas, y luego caer esta industria en la década de 1840, también en manos de los Españoles.

Cartagena y Quito, considerados los Puertos por excelencia debido a su profundidad, no dejaron escapar la ocasión de que este instrumento, también llegara conquistando el territorio patrio.

A la población de San Juan Nepomuceno, llegó el sacerdote Español Rafael Torres, quien le enseñó a su hijo Rafael Torres, el arte del tallado y el manejo del acordeón desde el año 1860, cuya entrada se la disputan Tolú y Calamar, desde Colosó pasando por Corozal hasta San Juan Nepomuceno, y según la tradición oral, el empresario tabacalero Antonio María Merlano, lo trajo por primera vez y más tarde en 1781 cuando llevó al Emperador de Alemania una hamaca morroana tejida con esta leyenda:”A Guillermo I Emperador de Alemania y Rey de Prusia”, Corozal terminó siendo la patria chica de Rafael Torres y su descendencia.

Corrobora esta memoria, cuando Corozal se erigía como la capital del Cantón, observando la romería de campesinos, que se desplazaban a velar un santo milagroso, Rafael Torres, quien además de acordeonero era tallador, por curiosidad llegó hasta la imagen venerada y con emoción exclamó: “Jmk!....te conozco guayabo¡, y cuentan que allí mismo jaló el acordeón y le dio una retreta de aires sabaneros.

Cuentan además, que aburrido de tocar el acordeón, le enseñó el arte de tocar a Pedro Alquerque Barreto, oriundo de los Palmitos, quien le superó como buen alumno, y convirtiéndose “…en el primer Juglar del Acordeón que andaba por la orilla de los pueblos huyéndole al reclutamiento de las guerras civiles en 1886, soltando coplas, enamorado de la famosa bailadora Sincelejana Pola Berté a quien le cantaba “La Flor del Mango”.

Así las cosas, San Juan Nepomuceno, y con San Agustín a orillas del Rio Magdalena, le servía de punto de comunicación a los pueblos monte marianos y las sabanas de bolívar, con el mundo de la época, hijos probos y sobresalientes en las letras, que le hace merecedor de grandes reconocimientos.

Parafraseando a Rousseau, diríamos que grande y bello espectáculo es ver a los pueblos salir de alguna manera de la nada por sus propios recursos, con las luces de la razón elevarse por encima de sí mismo, y lo que es más grande y difícil, concentrarse para estudiar su historia y conocer su naturaleza, sus deberes y razón de ser, y un Andrés Landero diciendo, “Bajo un espléndido celaje de luz, de distinguidos colores….”, sería la nota cromática bajo la cual este pueblo presenta como mérito a los trotamundos del acordeón en Julio Rojas Buendía, Gabriel Julio Sierra y Alberto Oliveras, para mencionar solo unos, y esperar una juventud que desafían con sus notas el legado del mítico “Trino el Brujo”.

Con la Ley 1438 del 28 de Enero de 2011, se declara Patrimonio Cultural y Artístico de la Nación “El Festival Nacional de Acordeoneros”, reconocimiento este, que obliga una Junta permanente en el desarrollo cultural de la Música de Acordeón, cultivando los dos estilos: Vallenato y Sabanero, y además, manteniendo y fomentando los ritmos tradicionales de ambas Escuelas, como también los ritmos de Pasebol, Cumbia, Porro, Paseaíto, y otros que han encontrado nido en las notas del acordeón, como lo hacía el viejo Juglar Mario Paternina, tocando Vals y Polka.

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